jueves, 17 de enero de 2013

Couchsurfing en Montevideo

Llegamos a casa de Pablo a las 13h en punto. Nos abrió la puerta una asistenta, él aún estaba trabajando. Dejamos las mochilas en un rincón del salón y esperamos a que el anfititrión llegara. Era nuestro primer couchsurfing, personas que hospedan a viajeros de forma gratuita. Teníamos nervios y miedo.

Entró con energía, vestido de deporte y una gorra del Nacional, uno de los dos equipos más importantes del país. Nos saludó, nos mostró la casa y nos invitó esa tarde a hacer un tour en coche por toda la ciudad, junto a un amigo suyo y dos brasileñas que también hacían couchsurfing en su apartamento.

Fue una tarde de lujo, las cuatro en un monovolumen con aire acondicionado, viendo las calles y las playas que días antes habíamos recorrido a pie. Pasamos por el barrio de Benedetti y zonas adineradas, hasta llegar a un cerro sobre el que se vislumbraba toda la ciudad.

Nos sentíamos tan agradecidas por su generosidad, que esa misma noche le prometimos cocinar tortilla de patatas. Teníamos que hacer dos tortillas, de 8 huevos cada una, porque éramos 8 para cenar. Pero en la sartén grande se pegaba todo... Así que hice 6 tortillas pequeñas, eso sí, gorditas y jugosas, y pusimos pan con tomate en la mesa. Al final fuimos 6 para cenar, Pablo flipó. Las brasileñas apenas comieron y a nosotras incluso nos quedó una para el desayuno.

En la calle Minas estaba nuestro segundo couchsurfing, un piso viejo de 5 amigos con 7 habitaciones y una terraza con sofá en la azotea. Los chicos se paseaban descalzos, sin camiseta y el pelo revuelto. Escuchaban folk, reggae y Dylan, mientras uno cocinaba, otro tocaba la batería y otro escribía en el ordenador. Aún no sé cuánta gente vivía en esa casa, amigos y amigas entraban y salían constantemente. 

Nos dejaron el salón para dormir, y nos dieron libertad absoluta para cocinar, ducharnos, usar la wifi e ir a dónde quisiéramos.

Haciendo couchsurfing 4 noches, nos hemos ahorrado más de la mitad del presupuesto diario. La semana siguiente andaremos más al este de Uruguay, en Cabo Polonio, donde no hay ni luz, ni agua caliente, ni wifi ni tiendas, tan sólo cabañas y playas. Un lugar espléndido para tumbarse a ver las estrellas, bañarse desnuda en el Atlántico y hacer el saludo al sol al amanecer. 


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