domingo, 13 de enero de 2013

Colonia de Sacramento

A penas tres horas separan Argentina de Uruguay. Es el Río de la Plata, que une Buenos Aires y la ciudad de Colonia, tan sólo un trayecto en barco. El río es tan grande como un mar, no se ve el final, aunque sus aguas son dulces y marronosas. 

Colonia es un lugar encantador, casitas de estilo portugués, calles empedradas y banquitos de colores en cada esquina. Es un pueblo de veraneo para muchos argentinos, que se confunden con los vecinos. 

Bañarnos en el Río de la Plata fue una sensación única, extraña: el agua nos cubría hasta las pantorrillas, estaba como un caldo y a penas flotábamos. Nos tumbamos bajo una palmera, comimos bimbo con queso, tomate y ciruelas, echamos la siesta y vimos un partido improvisado de fútbol en la orilla. Son diestros y avispados con el balón...

Tuvimos la suerte que en nuestro segundo día se celebraba la Llamada del Carnaval, todo el mundo se preparaba para el evento. Filas larguísimas de sillas a banda y banda de la avenida, desde primera hora de la mañana. Nosotras nos acomodamos en el tejado del albergue, una vista casi privilegiada de la gran rúa. Chicas en tanga y plumas en la cabeza, chicos agitando enormes banderas, todos al son de los tambores de las batucadas.

Aunque trasnochamos un poco, toca madrugar, sino nos perdemos el desayuno... Además, no hay que descuidar nuestras tareas: Vane busca academias de baile, yo intento contactar con cuentacuentos de la zona, actualizar mi blog y buscar alojamiento a través de couchsurfing. Aún no he tenido tiempo de aburrirme...


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