viernes, 30 de agosto de 2013

Estar o no estar: he ahí la cuestión

La vida es una suma de decisiones. Yo no sería la misma ni creo que estuviera aquí si no hubiera vivido en Venecia, si no hubiera dejado Mataró o si no hubiera estudiado Periodismo. Hay veces que se te presenta una encrucijada, elegir entre dos o más caminos y una tiene que decidir. Pero, ¿acertamos siempre?

Me han ofrecido un trabajo como editora jefe en una revista de arte, cultura y diseño en Cuenca (Ecuador). Es un puesto excitante, en un ambiente creativo y conceptual, en el que tendría que escribir reportajes y artículos temáticos (este mes todo está ligado al punk), entrevistar a artistas y supervisar los textos que se vayan a publicar. 

El director de la revista, un tío listo, viajado y vestido con tachuelas y botas militares, me prometió hacerme el visado de trabajo. Estuvimos 3 horas charlando de viajes, Lima, Madrid, Quito, diseño, arquitectura, libros... Él mueve los papeles para mi legalidad y yo, a cambio, debo comprometerme a currar codo a codo con ellos un par de años. Es una oportunidad, más que para mi Currículum, para sentirme llena y feliz con lo que hago.

Ahí está el dilema. Ecuador es un país hermoso, como sus habitantes... pero no es España. Y a mi me encanta aquello. Barcelona, la gente en la calle, la gran oferta cultural, Bilbao, las tapas y los pintxos, el vino, las cañas, Madrid, las conversaciones variadas e interesantes, aprender constantemente... Echo de menos andar por Siete Calles, reir en complicidad, los desayunos con mi hermana, darlo todo en un concierto de rock, perderme en una librería, comer fruta con Ainhoa, indignarme ante el periódico, tener siempre algo pendiente...

Odio hacer una lista de pros y contras, porque siempre hay una corazonada de peso, irracional que hace que la balanza se decante hacia un lado. ¿Vale la pena sacrificar una vida personal por un empleo? No todo es blanco o negro, sé que hay cientos de grises. Quedarme aquí y probar, significa también renunciar a seguir viajando por Colombia, Venezuela y Panamá. Estar o no estar, marchar o parar: he ahí la cuestión. 


miércoles, 21 de agosto de 2013

Cuenca y tomar aire

Hace 5 días que llegué a Cuenca (Ecuador) y aún no he visto el Museo Pumapungo, el Puente Vado o el Mirador Turi. Estos días me he recorrido la ciudad en busca de trabajo

Llevo más de 7 meses de un lado para otro, con la mochila a cuestas, sin detenerme más de cuatro días en un sitio, sintiéndome la eterna turista. Y estoy cansada. Cansada de los largos trayectos en bus, de las despedidas de amigos recién conocidos, de no formar parte de un sitio, de no echar ni una triste raíz. Creo que es momento de echar el freno, respirar hondo, tomar aire fresco y concentrarme en un punto. Y crecer.

Cuenca es la eterna rival de Quito. Como la capital, posee una arquitectura colonial reconocida por la Unesco, catedrales en cada esquina y un entramado de callejuelas adoquinadas, idóneas para recorrer a pie. Pero además, esta coqueta urbe del Azuayatravesada por cuatro ríos y refugiada por los montes de la Reserva Nacional del Cajas, tiene tantos parques como cafeterías, mercados y museos.

Muchos gringos se afincan aquí una vez jubilados, por la tranquilidad de la sierra y porque les sale tirado de precio comprarse un caserón (la moneda ecuatoriana es el dólar de USA). También hay miles de jóvenes, que andan con sus auriculares y sus carpetas bajo el brazo, por las distintas facultades. Y a la vez, encuentras mujeres de rostro andino, con sus bebés a la espalda, vendiendo coco, tamales o humitas en las aceras. Me gusta esa mezcla antagónica de la villa:cosmopolita y pueblerina, abierta y tradicional, urbanita y verde.

Fui a la Prefectura, a la Superintendencia y al Ministerio de Economía en busca de un listado de medios. Después de sudar y hasta llorar para lograr la documentación, me informé de la ubicación, jefes, línea editorial y temática de cada uno de ellos. Me hice un peeling facial, me sacaron fotos de carné y cree tres currículums diferentes, para prensa, radio y televisión. Y ahí empezó mi gincana laboral. 

En el primer diario donde me presenté, El Metro, la jefa del lugar dejó lo que estaba haciendo y me ofreció café. Conversamos largo y tendido, fumamos e incluso bromeamos sobre los hombres. Ese mismo día Maria José me mandó  dos emails, asegurándome que deseaba contratarme (el gerente me hará una entrevista por Skype). Quiero trabajar ahí, ya que, a parte de ser el diario gratuito más importante del planeta, me apetece estar codo a codo con esa mujer, en armonía, en una redacción en femenino y en libertad.

sábado, 17 de agosto de 2013

Cuentos de Manabí

Lucrecia Maldonado se alojaba en las cabañas de Viejamar (Las Tunas, Ecuador) junto a sus dos hijos. Yo andaba preparando el desayuno cuando se me acercó y me dijo: '¿Trabajas aquí?' 'No, soy turista'. Enseguida fluyó la conversación.

Lucía el cabello blanco, mostrando una belleza madura, unos ojos atentos a su alrededor y vestía camisas anchas y hippies, que le daban una áurea romántica. Era profesora de Literatura en Quito desde hacía 30 años, aunque su verdadera pasión era ser escritora. Cuentos, poesía, novelas... Lucrecia había tocado todos los palos, y es que, como ella decía: 'Mi interés es conservar historias y compartir luego con la gente'.

Tenía 21 años cuando publicó su primer cuento, Todo por un abuelo, de cómo un niño afronta la muerte de un ser querido. De aquel relato habían pasado ya 32 primaveras y Lucrecia seguía viento en popa. El primer galardón llegó en 2005 con su novela Salvo el calvario, que obtuvo el Premio Nacional Aurelio Espinosa

Además de sus clases como docente y de su necesidad narrativa, publicaba una columna semanal en El Telégrafo, uno de los diarios más reconocidos del país, en donde se indignaba de la política y se explayaba sobre el comportamiento humano.

No cabía duda que la autora tenía caché, no le faltaba técnica en su narrativa ni creatividad en sus obras. Pero ella no se echaba flores: 'La formación no importa, lo importante es hacerlo. No te sirve de nada aprender a nadar fuera del agua'.

Interesada en la psicología, Lucrecia había escrito cuentos sobre y para adolescentes, que trataban temas tan candentes como la anorexia, el bulling o la homosexualidad. Bip Bip era un conjunto de relatos emocionales 'perturbadores, pero reales', confesaba la escritora.

Borges, Benedetti, Cortázar y O'Henry figuraban entre sus favoritos y no se cansaba de releerlos una y otra vez. En esos días de vacaciones por la playa, andaba entusiasmada con el último de Almudena Grandes bajo el brazo. 

Le pedí un cuento para mi recopilación y me explicó El teléfono dañado, una historia fantasmagórica que me dejó el cuerpo helado. Cuando se apaga la luz era su último proyecto entre manos, una serie de relatos de miedo sucedidos en una casa vieja del Valle Chillos. Fijo que a nadie deja indiferente.


domingo, 11 de agosto de 2013

Aniversari

Me levanté temprano para estar atenta al teléfono fijo de Viejamar. Sabía que mi madre, mi hermana y mis amigas me llamarían para cantarme  'cumpleaños feliz'. Mi madre dejó un mensaje en el contestador, habló en tercera persona, con distancia con la que habla un oficinista. A pesar de sus palabras un tanto frías, escuchar su voz me hizo llorar.

Más tarde mi hermana y Ainhona me cantaron Zorionak, y los ojos se me volvieron a entelar. Me sentía débil y sensible, había despertado con dolores en el costado y una infección interna, aunque supongo que también estaba flojilla por la melancolía

Me imaginaba con todos ellos comiendo paella, haciendo las mismas bromas de siempre y brindando con cava. Mis amigas no pudieron contactar conmigo, el teléfono falló. Fui a la farmacia de Puerto López, compré antibióticos y los ingredientes necesarios para una tortilla de patatas, pa amb tomáquet y pescado al horno. A las 19h empecé a cocinar. Esperaba que vinieran algunos amigos de Pancho, turistas y Rodrigo, pero se fueron descolgando uno a uno. 

A las 23h de la noche Pancho y yo nos sentamos en una mesa con velas, copas y un manjar que ni los dioses. Tracy Chapman sonaba desde el ordenador. Él acabó el pastel sobre las 2h de la madrugada, una torta de cuatro pisos, de chocolate y naranja, recubierto de nata con relleno de maracuyá. Fue un regalo dulce, tierno y delicioso.

No me pesa este año de más. Aunque no me imagino en el 2014, no sé dónde estaré ni con quién... Ni siquiera sé qué sucederá mañana. Es una incertidumbre grata y apacible, que me hace disfrutar del día a día. Fluyo en el tiempo, la playa y la gente. Me siento más integrada a todo, más libre.

martes, 6 de agosto de 2013

Ecuador desde el mar



Tengo las piernas como un burro viejo, con miles de magulladuras, las rodillas llenas de moratones y agujetas en los gemelos. Ayer fue mi primera clase de surf. Y, aunque ahora me retuerzo de dolor, me encantó.

Éramos un grupo de 12 turistas, ninguno tenía ni idea de pillar olas. Rodrigo y Pancho nos enseñaron la técnica, primero en la arena, luego en el mar. Cuando notas que la ola te lleva, remas fuerte con los brazos, hasta que la ola gana potencia y entonces 'up', pegas un salto y te quedas de pie sobre la tabla. Sientes como te deslizas sobre la espuma, notas la violencia del agua, el viento contra tu cuerpo... Es como flotar, como pisar una nube, casi como volar...

Estoy en Viejamar, un pequeño paraíso de cabañas de madera frente al Pacífico, entre las playas de Las Tunas y Puerto López (Ecuador), que sirve a familias y amigos a relajarse y apalancarse en buena compañía. 

Pancho trabaja como responsable de cocina y multiusos de la finca, propiedad de Rodrigo. Él fue un periodista reconocido en Chile que, un buen día lo dejó todo para montar una isla de paz y descanso. Instaló una tienda de campaña en el terreno y, poco a poco, ingeniándoselas y con ayuda de colegas, fue montando uno a uno, los seis hogares rústicos.Todo es de madera, hay lámparas de conchas colagadas en los rincones, tablas de surf en las ramas y una cocina abierta, punto de reunión para todos los huéspedes.

Rodrigo tiene un montón de anécdotas e sus historias estrafalarias y siempre pone la nota de humor a las noches. Pancho, con su paciencia y amabilidad, nos hace sentir como en familia. Les dije que me quedaría unos cinco días, así celebraría mi cumpleaños con amigos. Les encantó la idea, propusieron cocinar un asado y hacer un pastel, aunque me aconsejaron que me relajara, disfrutara y fuera feliz. Y en eso estoy.

viernes, 2 de agosto de 2013

Encuentros y desencuentros

Hace tres semanas que me separé de mis amigas. Tras recorrer Bolivia y después del voluntariado en Perú, he decidido ir a mi aire. Viajar en grupo es muy recomendable, yo al menos puedo decir que lo he pasado genial. Aprendes mucho más en compañía. 

Y es que ser buena sin nadie es sencillono has de confrontar opiniones, ni ser paciente ni generosa. En grupo tienes que pensar en los demás, solidarizarte en muchas ocasiones, consensuar decisiones, expresar tus emociones, saber compartir, sacrificar deseos, ser empática y tolerante, pensar en el bien común... Una aprende cada día. Además, siempre hay alguien con quien conversar, hay miradas cómplices, bromas que unen, todo es un poco más cómodo y las cervezas saben mejor con amigas.

Sin embargo, yo no me abro tanto al mundo cuando voy en compañía. Estoy con ellas y no necesito a nadie más. Las cuatro ya llenamos una mesa, somos una cuadrilla completa. Si conocemos a alguien, bien, sino nos montamos nosotras las fiesta

El viaje sola me hace estar despierta, más atenta a todo, abierta a cualquiera y en cualquier parte. Si no quiero hablar, me aíslo escribiendo o con un libro en las manos. Si me apetece charlar, busco personas en el hostel o en un bar e inicio una conversación. Y es así como voy encontrando personajes que le dan un toque de humor y, a veces, excentricidad a mi aventura.

Fue así como acabé en los chiringuitos de Huanchaco junto a la familia de Ainara; cómo lo peté en las noches de Lima con Levy, Marcos y Teggy, o cómo luego me topé con Steven, Juan Pablo, Ale y Felipe bailando en la arena de Máncora

Cada día es una nueva historia, a veces más aburrida, otras más graciosa. La clave es estar receptiva, con los sentidos a flor de piel, entusiasmada con lo qué sucederá... Veamos qué me depara ahora Montañita (Ecuador)...