miércoles, 21 de agosto de 2013

Cuenca y tomar aire

Hace 5 días que llegué a Cuenca (Ecuador) y aún no he visto el Museo Pumapungo, el Puente Vado o el Mirador Turi. Estos días me he recorrido la ciudad en busca de trabajo

Llevo más de 7 meses de un lado para otro, con la mochila a cuestas, sin detenerme más de cuatro días en un sitio, sintiéndome la eterna turista. Y estoy cansada. Cansada de los largos trayectos en bus, de las despedidas de amigos recién conocidos, de no formar parte de un sitio, de no echar ni una triste raíz. Creo que es momento de echar el freno, respirar hondo, tomar aire fresco y concentrarme en un punto. Y crecer.

Cuenca es la eterna rival de Quito. Como la capital, posee una arquitectura colonial reconocida por la Unesco, catedrales en cada esquina y un entramado de callejuelas adoquinadas, idóneas para recorrer a pie. Pero además, esta coqueta urbe del Azuayatravesada por cuatro ríos y refugiada por los montes de la Reserva Nacional del Cajas, tiene tantos parques como cafeterías, mercados y museos.

Muchos gringos se afincan aquí una vez jubilados, por la tranquilidad de la sierra y porque les sale tirado de precio comprarse un caserón (la moneda ecuatoriana es el dólar de USA). También hay miles de jóvenes, que andan con sus auriculares y sus carpetas bajo el brazo, por las distintas facultades. Y a la vez, encuentras mujeres de rostro andino, con sus bebés a la espalda, vendiendo coco, tamales o humitas en las aceras. Me gusta esa mezcla antagónica de la villa:cosmopolita y pueblerina, abierta y tradicional, urbanita y verde.

Fui a la Prefectura, a la Superintendencia y al Ministerio de Economía en busca de un listado de medios. Después de sudar y hasta llorar para lograr la documentación, me informé de la ubicación, jefes, línea editorial y temática de cada uno de ellos. Me hice un peeling facial, me sacaron fotos de carné y cree tres currículums diferentes, para prensa, radio y televisión. Y ahí empezó mi gincana laboral. 

En el primer diario donde me presenté, El Metro, la jefa del lugar dejó lo que estaba haciendo y me ofreció café. Conversamos largo y tendido, fumamos e incluso bromeamos sobre los hombres. Ese mismo día Maria José me mandó  dos emails, asegurándome que deseaba contratarme (el gerente me hará una entrevista por Skype). Quiero trabajar ahí, ya que, a parte de ser el diario gratuito más importante del planeta, me apetece estar codo a codo con esa mujer, en armonía, en una redacción en femenino y en libertad.

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