sábado, 17 de agosto de 2013

Cuentos de Manabí

Lucrecia Maldonado se alojaba en las cabañas de Viejamar (Las Tunas, Ecuador) junto a sus dos hijos. Yo andaba preparando el desayuno cuando se me acercó y me dijo: '¿Trabajas aquí?' 'No, soy turista'. Enseguida fluyó la conversación.

Lucía el cabello blanco, mostrando una belleza madura, unos ojos atentos a su alrededor y vestía camisas anchas y hippies, que le daban una áurea romántica. Era profesora de Literatura en Quito desde hacía 30 años, aunque su verdadera pasión era ser escritora. Cuentos, poesía, novelas... Lucrecia había tocado todos los palos, y es que, como ella decía: 'Mi interés es conservar historias y compartir luego con la gente'.

Tenía 21 años cuando publicó su primer cuento, Todo por un abuelo, de cómo un niño afronta la muerte de un ser querido. De aquel relato habían pasado ya 32 primaveras y Lucrecia seguía viento en popa. El primer galardón llegó en 2005 con su novela Salvo el calvario, que obtuvo el Premio Nacional Aurelio Espinosa

Además de sus clases como docente y de su necesidad narrativa, publicaba una columna semanal en El Telégrafo, uno de los diarios más reconocidos del país, en donde se indignaba de la política y se explayaba sobre el comportamiento humano.

No cabía duda que la autora tenía caché, no le faltaba técnica en su narrativa ni creatividad en sus obras. Pero ella no se echaba flores: 'La formación no importa, lo importante es hacerlo. No te sirve de nada aprender a nadar fuera del agua'.

Interesada en la psicología, Lucrecia había escrito cuentos sobre y para adolescentes, que trataban temas tan candentes como la anorexia, el bulling o la homosexualidad. Bip Bip era un conjunto de relatos emocionales 'perturbadores, pero reales', confesaba la escritora.

Borges, Benedetti, Cortázar y O'Henry figuraban entre sus favoritos y no se cansaba de releerlos una y otra vez. En esos días de vacaciones por la playa, andaba entusiasmada con el último de Almudena Grandes bajo el brazo. 

Le pedí un cuento para mi recopilación y me explicó El teléfono dañado, una historia fantasmagórica que me dejó el cuerpo helado. Cuando se apaga la luz era su último proyecto entre manos, una serie de relatos de miedo sucedidos en una casa vieja del Valle Chillos. Fijo que a nadie deja indiferente.


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