lunes, 25 de febrero de 2013

La mochila

La mochila está cambiando. Ya no es el bulto comprimido y rígido del primer día. Con las semanas, una se da cuenta de las prendas inútiles que apenas se usan y de esas que son prácticas y necesarias. ¿Por qué no cogí aquel jersey negro del que nunca me cansaba? ¿Por qué he metido este vestido que no me he puesto ni dos  veces?

Me costumicé dos camisetas en Paraguay, una lila y una blanca: les abrí el cuello con unas tijeras y les cosí flores y un bolsillo con una tela con fresas y topitos estampados. Luego intercambié la Silk-Epil por dos camisas anchas y setenteras: una negra de manga corta y una naranja con flores y cuello a lo John Travolta. Además, en un albergue me encontré unos tejanos cortos y anchos, me quedé con ellos y les di los míos a Vane.

Caminé por toda La Plata para encontrar una Feria Americana, una especie de rastrillo donde conseguir prendas de segunda mano o hacer canje. No me daban ni 90 pesos por la máquina, pero logré hacer algo con el trueque. Me río cuando Almu me dice: ¿Tú te has propuesto acabar el viaje en bolas, verdad?

Ahora mi equipaje debería pesar al menos un kilo menos, pero por alguna razón desconocida, sigue siendo enorme y pesado. Hay menos ropa, pero más libros. Y es que muchas cuentacuentos me han regalado ejemplares únicos de los que aún no me puedo desprender.

Nuestro paso por La Plata me sirvió, además de para actualizar mi vestuario, para descubrir una ciudad perfectamente cuadriculada. Fue diseñada antes de construirse hace más de 200 años por masones, y en ella se encuentran facultades de todas las materias posibles. Su catedral gótica y empinada pincha el cielo con su cresta y se impone frente a unas figuras que representan las 4 estaciones y que le hacen los cuernos a la iglesia. 

Hubiera sido una estancia increíble si hubiéramos tenido dinero para salir a bailar, y si no nos hubiéramos alojado en casa de Andrés, un couchsurfing egocéntrico y pesado, que no nos dejó hablar en horas y nos robó toda la energía. En cuanto pudimos, huimos a Villa Gesel, un pueblo costero en donde dormimos a pierna suelta, anduvimos por la playa, tomamos cerveza y fuimos al cine. 


1 comentario:

  1. Ani, te habras enterado de lo q paso en la plata?que premonitorio el mapa q publicaste !! El unico hasta ahora de los lugares q conocieron. Bueno sigue disfrutando de chiloe.un beso. ana.

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