domingo, 3 de marzo de 2013

AMardel

Mar del Plata o Mardel, como la conocen aquí, es una ciudad abierta al mar y a la luz. Bien podría parecer una villa del norte de España, como San Sebastián, Gijón o Santander. El océano, salvaje y peleón, la define. Por el paseo marítimo, sus habitantes pasean, toman mate y bailan tango y cumbia en espectáculos callejeros. La gente parece animada y feliz.

Mardel no es famosa por sus monumentos históricos, museos o algo en particular. La Lonely Planet tan sólo le dedica un par de párrafos. Aún así nos fascinó. A veces un lugar es maravilloso sólo por la compañía, y eso fue lo que nos pasó.

Nos hospedamos donde Fernando. Vivía en una casita de la zona de Güemes: tenía un jardín con un árbol lleno de aguacates, una perra guardián llamada Negra y una amplia cocina con mesa donde comer y charlar largo y tendido. Para él, éramos su primer couchsurfin, para nosotras él era el octavo. 

Nada más llegar, dejamos las mochilas y nos fuimos a pasear. No queríamos molestar ni tampoco llevarnos otra mala experiencia, íbamos con pies de plomo. A la noche, Fer nos prometió que cocinaría: preparó tortellini de calabaza, yo hice guacamole con nachos. Tal vez nos quedamos cortos, porque poco a poco fueron apareciendo amigos como setas. A las dos horas éramos más de 8 compartiendo sillas. 

Fer fue, sin duda, el mejor anfitrión. Nos enseñó el muelle,y las playas, los leones marinos, la casa con pain de bois, la torre tanque de agua, la sierra de los padres y compartimos exquisiteces, desde fajitas mexicanas y facturas hasta cerves, mate y una paella con amigos. Teníamos que estar tres días... creo que nos fuimos el quinto. La despedida fue triste y rápida. Promesas de mantener el contacto, ganas de verse de nuevo, abrazos y amistad que queda.

No hay comentarios:

Publicar un comentario