miércoles, 6 de marzo de 2013

Familia en Miramar

Fuimos a Miramar de palabra. Ni aparecía en la guía, ni Vane tenía clase de baile ni yo tenía cuentacuentos para entrevistar. Pasamos porque Laureta nos había pedido que fuéramos a saludar a su familia.

Llegamos de noche, su hermano Fran nos esperaba en la terminal de ómnibus. Ani, su madre, y Laura, su abuela nos abrazaron al llegar a su casa. Parte de Laureta venía con nosotras desde España, la alegría y la emoción flotaba en el ambiente. Nos invitaron a una cena variada y riquísima en el Círculo de Amigos. Cada una estaba contenta con lo suyo: Almu con la ensalada, Vane con los quesos, Aida y las anchoas y yo con un platazo de verduras al vapor. No nos dejaron pagar. Demasiada amabilidad.

Quedamos con la familia al día siguiente para merendar en casa de la yaya. El mate y una bandeja de facturas armonizaban la mesa. Laura había nacido en Panticosa (Aragón) hacía 93 años pero cuando empezó la guerra anduvo a pie hasta Zaragoza y luego a Madrid. Allí conoció al que sería su marido, bohemio y aventurero, que cruzó el charco en busca de un futuro mejor. Se casaron por poderes, él ahorró durante un año para el billete de su mujer. Laura tenía entonces 30 años y, en seguida se acostumbró a la manera de hacer de los argentinos.

Hoy usa palabras de aquí, toma mate cada tarde (con un poquito de manzanilla que endulza el agua), sabe disntinguir una buena factura de otra mala y hasta cocina empanadas. Pero aunque haya pasado más de la mitad de su vida en Argentina, haya criado a dos hijas, conocido a sus nietos (y un bisnieto), la yaya sigue conservando el acento español. Es su marca personal, igual que los libros del refranero de la estantería, la bandera de su cuarto y los platos que cuelgan de la pared.

Su ilusión es reencontrarse con Arnau, su bisnieto de Mataró, aunque a veces no entienda una palabra de lo que diga, y viajar con los del Imserso de la península. Nos emocionó escuchar sus trayectos por Segovia, Madrid o Salou, y sus ganas de seguir moviéndose. 

Para despedirnos nos contó una de Gardel, a viva voz, nerviosa por estar delante de todos, secándose los ojos con la servilleta. Había dejado el coro hacía poco, porque ya no leía las letras en el papel y le daba vergüenza, pero no había perdido el timbre y la calidez de su voz. Lloré al escucharla: me llevó hasta mi abuela, a ella misma y a sus vidas, partidas en dos, siempre valientes y fuertes.

5 comentarios:

  1. Qué emoción Anni!! No hay palabras...

    ResponderEliminar
  2. Escribís de una manera muy linda Anni !! Me resulto emocionante leer el blog :) Les mando besos. Jessi de Miramar

    ResponderEliminar
  3. Como dice laureta, no hay palabras..Solo las tuyas, maravillosas y emocionantes. Gracias !!! Ana Emilia.

    ResponderEliminar
  4. Que bonito!expresa todo lo que sentimos las cuatro,fue comos estar en familia!
    Almu

    ResponderEliminar
  5. Que lindas palabras !!!! Me alegro que lo hayan pasado bien. Soy Lola la otra hija de Laura (la yaya) hermana de Ani y tia de Fran y Laureta (como uds la llaman) y por supuesto la tia abuela del hermoso indio Arnau. Sigan desfrutando de nuestro pais. Besos

    ResponderEliminar