miércoles, 24 de abril de 2013

Sola en la Araucanía

Pucón me ha regalado largos paseos por la arena negra, atardeceres anaranjados con vistas al volcán de Villarrica y cientos de piñones de la araucaria. No había horarios ni prisas, tan sólo el simple disfrute del entorno y de la soledad.

Me alojé en el ¡École!, un hostel coqueto con un restaurante vegetariano que ofrecía desayunos riquísimos a base de aguacate, pan de centeno y queso artesano. Iván, el chico de recepción, me recomendó coger un bus al día siguiente hasta Las Termas Los Pozones. Se trata de unas bañeras naturales al aire libre, junto al río Liucura, fabricadas con rocas rústicas. 

Me zambullí en los 7 pozones, el agua cambiaba de temperatura, de entre los 30ºC a los 42ºC. No había nadie en el parque, sólo se oía el rumor del río y algunos insectos. Hacía sol, el cielo era celeste y a mi alrededor sólo se veían altas montañas verdes. Un ratito en remojo, otro tumbada, otra vez al agua... El tiempo se esfumó como por arte de magia. 

Al día siguiente decidí acercarme a Curarrehue, el último pueblo fronterizo chileno, famoso por su población mapuche. Me colé entre un grupo de estudiantes para visitar el Museo, y entonces apareció Vale. Nos habíamos despedido en Chiloé hacía 10 días y ahora nos volvíamos a reencontrar con nuevas aventuras para contarnos y otros sueños en mente. 

Ella había estado viviendo en ese pueblecito unas semanas y pensaba quedarse dos meses más en casa de Doña Elisa, la pastelera. Me presentó a las paisanas de los puestos de hortalizas, compré un kilo de piñones por menos de 1€ y me regalaron merkel, luego caminamos por un sendero y me llevó al local de Anita Epulef a probar auténtica comida mapuche: sopaipillas, pebre, ají, zumo de manzana con zanahoria y un plato de choclo con orzo. El último café lo tomamos en el patio trasero de la pastelería, junto a la cabaña donde Vale dormiría.

Después de casi 4 meses fuera de casa, me siento otro viajera. En primer lugar, ya no me inquieta no poder ver todos los museos o cosas que te aconseja la Lonely Planet, no me preocupa matar las horas mirando el horizonte, ni perder una mañana leyendo. Sigue obsesionándome, eso sí, mi presupuesto diario. Y es que Chile es muy caro... aunque vale la pena.

El segundo cambio que me noto es que antes siempre andaba con gente: los primeros meses con Vane, Aida y Almu, luego rodeada de mochileros en el hostel de Ancud, sin embargo, ahora paso muchos momentos sin intercambiar palabra con nadie. Y me gusta. Otros viajeros se me acercan en la cocina o el salón para conversar, pero no siempre me apetece. ¿Me estaré volviendo individualista o ermitaña?

1 comentario:

  1. INDEPENDIENTE! te estás volviendo muy independiente y es fantástico leerte así!!! Una abraçada ben forta!

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