domingo, 21 de abril de 2013

¡A mochilear!

Hoy me despedí de la Isla Mágica de Chiloé. Abandoné mi vida cotidiana y apacible en Ancud por seguir descubriendo América Latina. Cuesta decidirse, y más cuando, te sientes feliz, rodeada de amor y compañerismo. Pero la vida es movimiento, es ponerse nuevos retos y no detenerse.

Ayer mientras escuchaba música en el bus, Calle 13 le puso palabras a mis pensamientos: La renta, el sueldo, el trabajo en la oficina los cambié por las estrellas y por huertos de harina. Me escapé de la rutina para pilotarme mi viaje porque el cubo donde vivía se convirtió en paisaje. Dije adiós a una vida en España por iniciar una aventura, caminé, exploré y me paré. Ahora tengo que seguir en su búsqueda. 

Lo malo de decir adiós a alguien que quieres es que se te encoje el estómago, el abrazo se hace corto, se dicen promesas que seguramente no se realizarán, y una se va pensando si algún día volverá a vivir algo tan auténtico. Lo bueno de las despedidas es que todo lo vivido es para una misma, nadie te puede arrebatar un recuerdo, parte del corazón ha quedado grabado y parte de una queda ahí. 

Tan sólo me salen agradecimientos para mis amigos de Chiloé. Pancho, Claudio, Nacho, Maca, Pablo, José Manuel, Coni, Richard, Marlene, Roxana, Mili, Eve...gracias por las cenas, las charlas, las risas y los bailes en La Fama. Gracias por saborear e idolatrar cada una de mis recetas, la paella, la crema catalana, la quiche, el guacamole, el brazo de gitano, el hummus y hasta la sufrida y odiosa tortilla de patatas. Sois unos soletes.

Ahora estoy en Pucón, un pueblecito de la Patagonia chilena al pie del volcán Villarica, que sigue ardiendo en sus entrañas, y rodeado de termas naturales donde relajarse entre montes. Será una estancia armoniosa para conectar con la tierra y un alto en el camino antes de ir a la frenética Santiago y cargar pilas para mi reencuentro con Almu, Vane y Aida en Bolívia.

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