domingo, 12 de mayo de 2013

Cuentos de Valpo

Coté Rivara me citó en su casa a las 15h. Vivía en el Cerro Cárcel de Valparaíso, en una pequeña casa con la puerta amarilla y números en fucsia. Me abrió la puerta con el pelo mojado, acababa de salir de la ducha. Tenía los ojos grandes y relucientes, se veía feliz, quizás fuera también por la barriga de embarazada que lucía.

Me hizo acomodar en su salón. Sonaba música francesa, un cuadro de Neruda presidía la mesa y cientos de libros ocupaban todas las estanterías. Me sirvió té y se sentó frente a mi. Parecía algo distante o tal vez tímida. Le hice las preguntas de rigor y, poco a poco, el hielo entre ambas fue desapareciendo. 

Coté era actriz de formación, pero por amor había conocido el mundo de los cuentos 10 años atrás y, desde entonces, no había podido despegarse. Tenía un repertorio variado, historias propias como El camión de mi papá, historias de tradición oral, leyendas indígenas que editaba, modulaba y hacía propias. 

Decía que había que subir al escenario con una actitud honesta: "El cuentacuentos tiene que borrarse, es solamente un puente para que la historia aparezca sola". Coté había unido teatro y cuento, y casi todos sus proyectos perseguían esa fusión. Su última creación Contigo clown y cebolla iba dirigido a niños y padres y contaba la historia de una niña con complejo de gordita que cuando crece se obsesiona por encontrar el amor de su vida.

Me invitó a ver el espectáculo a Viña del Mar el día siguiente, más de 400 niños gritaban con sus canciones y gestos exagerados, se retorcían de la risa en los asientos. "Los niños son el público más exigente. Es honesto porque si se aburre, te lo demuestra".

Le pedí a Coté un cuento antes de despedirme y eligió El cuento de la luna llena, una historia indígena sobre una niña tan bonita que le hace de espejo a la luna. "Todos contamos cuentos, por ejemplo, al llegar a casa cuando le explicamos a alguien cómo nos ha ido el día". Supongo que Coté tiene parte de razón, pero una puede reconocer una historia ordenada y perfecta, llena de magia. Y es que hay gente que tiene un don para contar, como ella.

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