lunes, 13 de mayo de 2013

Bolivia, tierra indígena

Desde San Pedro de Atacama (Chile) hasta Bolivia tan sólo hay unos pocos kilómetros de distancia. El gran desierto del norte chileno es un paisaje extenso de montañas rojizas y cactus. Es como estar en Marte o en una peli del Far West. 

Llegué de noche a San Pedro, me recibieron Almu, Vane y Aida con un bocata y un abrazo. Al día siguiente teníamos contratado un tour de tres días que nos llevaría por lagunas y desiertos, hasta cruzar la frontera. En el jeep coincidimos con Joaquín, un español que se había colgado de una chilena, y con Benji, un alemán que era tan happy como despistado. Formábamos un equipo increíble, nos moríamos de la risa por tonterías, cantábamos, hacíamos juegos...

El primer día, atiborrados con garrafas de agua y hojas de coca para el mal de altura, visitamos la laguna blanca, la verde y la roja; nos hicimos fotos en el árbol de piedra de Dalí y llegamos a una casita cubiertos con guantes, gorro y polar. En Hualla Jara no había calefacción ni agua caliente y sólo había luz 2 horas al día. Pero ese no era el único problema: estábamos a 4700 metros de altitud y el cuerpo se resentía. Apenas andábamos unos metros y nos salía el hígado por la boca, hacía un frío polar y el dolor de cabeza era permanente.

Fue la peor noche de mi vida. Nos metimos en la cama a las 20, yo con Vane para darnos más calor, pero no nos podíamos mover por la cantidad de mantas que teníamos encima y por lo estrecho que era el colchón. Sentía en mi estómago fuegos artificales, tuve que visitar el baño de madrugada. A las 6h de la mañana, harta de dar vueltas, me levanté. El sol del amanecer me devolvió la vida. 

El tour siguió por diferentes lagos y geisers (fuentes termales malolientes) hasta llegar a un albergue de sal. Las paredes, las camas ¡incluso el baño era blanco y salado! Y es que en Bolivia se encuentra el salar más grande del mundo, el de Uyuni: una inmensa esplanada blanca donde el ojo engaña y las distancias parecen más cerca de lo que son.

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