domingo, 8 de septiembre de 2013

La Casa del Árbol

Llegamos a La Casa del Árbol bien temprano. Queríamos disfrutar del amanecer colgadas de las ramas, sobre el banquito azul, mirando las montañas y saboreando mate. La niebla cubría los cerros, la humedad envolvía el ambiente.

Mar y yo habíamos planeado hacer algunas excursiones juntas por estos rincones de la sierra. Nos habíamos reencontrado en la pequeña Baños, después de meses viajando en solitario. Argentina y española compartiendo un pedazito de Ecuador.

El vigía del volcán Tungurahua (5.200 m) construyó hace 7 años la romántica casita en la copa de un árbol y le añadió un columpio frente al enorme precipicio. Carlos vivía solo y se alegraba de conversar en compañía. Nos invitó a un café caliente y nos contó sus historias llenas de vida y humor. Las vacas nos miraban fijamente, parecía tenernos envidia.

Y entonces me subí al columpio: cogí carrerrilla, me tumbé y mis pies dejaron de tocar el suelo. Miedo y vértigo, al principio. El tubo que aguantaba el peso no me daba mucha confianza. Pero luego, me dejé llevar. El aire me mojaba la cara. Me fundí con mis recuerdos de niñez, travesé las nubes con mis dedos y abracé las montañas ...


1 comentario: