lunes, 22 de julio de 2013

Cuentos de Lima

Cucha del Águila vivía en una casa azul del barrio Surco de Lima. Me había dicho que pasara a buscarla para comer juntas. La encontré trabajando en su nuevo proyecto encima de la mesa de la cocina. Andaba metida en el programa de mejora de lectura para Perú, que le había encargado el Ministerio de Educación. 

Las paredes naranjas, las cortinas de flores, las cestas de mimbre, las ollas de barro y los cuadros indígenas le daban un ambiente cálido y naif a su hogar. Adornaban el mantel un frutero y una postal de su hija, que estudia Bellas Artes en Francia.

Cucha tenía el cabello largo y oscuro, recogido con una trenza, y unos ojos azules que hablaban con experiencia y sabiduría de la vida y del mundo. Se consideraba narradora de cuentos, activista, gestora cultural y madre. Había nacido en Tingo María, la selva Amazonas, se había curtido en París estudiando Literatura, y trabajaba con relatos desde hacía más de 20 años. "El público hoy día no es exigente, no ha oído muchos cuentos y no tiene con qué comparar. Es como aquél que come sólo fast food y nunca desarrolla su paladar", se quejaba la cuentacuentos.

Aunque poseía un repertorio literario de "batalla" (historias que le servían ante cualquier público y evento) sus cuentos favoritos eran los clásicos y densos, con los que "creaba puentes". Sus fábulas sucedían en el Perú nativo e indígena, la tierra de su alma, y trataban sobre antiguas tradiciones, seres mitológicos y ritos quechuas. Me explicó el cuento de La madre del agua, sobre el espíritu de todos los seres naturales, una promesa no cumplida y un amor frustrado. Ella, como sus historias, estaban arraigadas a la Pacha Mama, a quien respetaba, amaba y adoraba. 

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